La reaparición de los grupos terroristas en Siria y la trama de una ofensiva que deja muchas dudas.
La guerra civil siria comienza en 2011 al fragor de la “Primavera Árabe”. A la manera de las “Revoluciones de Colores” que asolaron Europa oriental, esa movida logró derrocar gobiernos, como en Egipto, o destruir Estados, como en Libia, además de asegurar el esplendor de diversos grupos terroristas como el Estado Islámico, más conocido como Daesh o ISIS. Las fuerzas occidentales acudieron al combate contra el terrorismo, pero también vieron la ventaja de ocupar territorios en Siria y en Irak, como yacimientos de petróleo, y al mismo tiempo dirigir la violencia hacia Damasco para derrocar al gobierno sirio. Una aplicación geopolítica a la teoría del “ya que estamos”.
Luego de obtener la autorización del Senado de la Federación de Rusia, Vladimir Putin respondió al pedido de ayuda del Presidente sirio Bashar al Assad en 2015 y envió ayuda militar, frente al riesgo de ver a Siria convertida en una nueva Yugoslavia o en otra Libia. Una acción similar a la llegada de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española para defender Madrid del fascismo en 1936, o al envío de tropas cubanas (Operación Carlota) decidido por Fidel Castro en 1975 para salvar in extremis al gobierno de la recién independizada Angola contra las tropas sudafricanas del apartheid que ya estaban en los suburbios de Luanda.
El apoyo ruso aéreo y terrestre fue determinante para derrotar al terrorismo islámico, desde Fallujah en Irak hasta Alepo en Siria. Iran, Irak, Siria y Rusia coordinaron juntos la estrategia a seguir, ante el fracaso de la propuesta rusa de una gran coalición internacional contra Daesh. Como toda guerra no puede tener un final sino político, el gobierno sirio y varios grupos insurgentes –no todos- intentaron en 2017 acordar en la capital de Kazijistán. Es lo que conocemos como Los Acuerdos de Astaná, cuando quedan establecidas determinadas áreas de “des-escalada”, que fueron cuatro áreas en territorio sirio donde no habría enfrentamientos armados ni bombardeos, con el restablecimiento de los servicios básicos, seguridad y alimentación a la población civil. Las potencias garantes de este acuerdo son Rusia, Turquía e Irán. Todo cambia este 27 de noviembre. Es que desde Idlib, una zona de des-escalada situada al noroeste de Sira y en frontera con Turquía, las tropas de la Comisión para la Liberación de Siria (Hayat Tahrir al Sham, HTS) lanzaron una ofensiva relámpago sobre Alepo. Esta organización nació de Al Qaeda, luego la renegó, cambió varias veces de nombre hasta llegar a HTS, quizás un envase más presentable para el mismo contenido.
Para Irán, Turquía se beneficia con estos ataques terroristas, y presiona a Damasco con respecto a la presencia kurda en el noreste de Siria, que Ankara considera una amenaza existencial. Rusia e Irán reconocieron la inquietud turca con respecto al problema kurdo, y de algún modo establecieron que no darían apoyo a los kurdos mientras los turcos no amenacen al gobierno sirio. Ankara niega tener que ver con los actuales ataques, y reafirma el compromiso con la integralidad territorial de Siria. Es lógico: si desparece el Estado sirio, las zonas controladas por los kurdos serán independientes. Y un 40% de kurdos viven en Turquía…
Mientras tanto, Israel continúa con la masacre en Gaza; el cese el fuego en el Líbano es todo menos seguro; hay ataques aéreos de la fuerza aérea israelí contra territorio sirio al sur de Damasco… Parece que occidente y socios locales buscan una multiplicación de frentes que tiene por objetivo reavivar una guerra que nunca terminó del todo. Sólo la OTAN puede querer reemplazar el “formato Astana” por el “formato Kursk”, es decir un rápido avance militar y una eventual consolidación de tropas en zonas conquistadas, de modo tal que cualquier intento de paz vuele por los aires, lo que permite enemistar a Rusia e Irán contra Turquía, y sobretodo marcarle la cancha a Donald Trump. Aunque no parece que funciona demasiado bien en Kursk.
En el momento que escribimos, la ofensiva del HTS busca asegurar posiciones en Alepo, mientras lanza elementos propios hacia el sur, donde están las ciudades de Homs y de Damasco. Estados Unidos bombardea milicias iraníes e iraquíes en marcha hacia Siria (en Deir Ez Zor, este del país, frontera con Irak), al menos según fuentes occidentales. Sirios y rusos castigan las líneas de abastecimiento del HTS. También encuentran armamento destinado a Ucrania, como por ejemplo drones franceses. ¿Habrá yidaistas que viajaron de Idlib a Kiev y volvieron con pertrechos? ¿O hablamos de una misma guerra mundial? Habida cuenta que el misil hipersónico Oreshnik cambió la naturaleza de los conflictos, tal vez la OTAN dijo “hay que atacar a los rusos ahora que tienen armas más poderosas que nosotros”. Entonces más que en la saga de Star Wars estaríamos en una película de Stanley Kubrick, como Dr. Strangelove (1964):”We’ll meet again / Don’t know where / Don’t know when”…